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Tiempos de Piratería

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TIEMPOS DE PIRATERÍA

De 1530 hasta 1830 la Ciénaga y sus cayos fueron un refugio seguro y sitio de avituallamiento de una numerosa falange de “lobos de mar”, sobresaliendo: Diego Pérez, Gilberto Girón, Cornelius Joels, Olonés, Legraude, Morgan y Grandmond.

Los dos primeros han sido inmortalizados por la toponimia del lugar:

Diego Pérez talló su nombre en el cayo marítimo que le sirvió de guarida, durante el lapso de tiempo que dirigió a los piratas en esta resguardada zona.

Girón cedió el apellido a una caleta devenida en playa, que trasciende no por él, sino gracias al patriotismo socialista del pueblo cubano patentizado aquí, en abril de 1961. También tuvo este osado pirata el privilegio – aunque en rol negativo – de ser perpetuado por la historia cultural del país, toda vez, que cuenta entre los principales protagonistas recogidos por la primera obra literaria cubana: Espejo de Paciencia.

La prolongada presencia de bergantines, veleros, pataches y bajeles con bandera negra y osamenta humana como símbolo, no solo enturbiaron las cálidas aguas del mar caribe que baña nuestro litoral, sino también influyeron notablemente en la primera actividad económica (ganadería) y folklore de la cuenca.

Son numerosas las anécdotas y leyendas que se han conservado a través de la historia oral hasta nuestros días, relacionadas con estos sanguinarios hombres: “barcos, luces, cadenas, fabulosos tesoros y derroteros piráticos, deambulan todavía por toda la gran ciénaga gracias a la imaginación y búsqueda incesante del nativo longevo”.

Muchos topónimos apuntan hacia aquellos “bandoleros de mar”: Los ya citados Diego Pérez y Girón; caletas Ávalo, El Ingles; Buenaventura, que tuvo en su fundador (Diego Ventura) a un cercano pariente de tales malhechores. 

Los Bucaneros (piratas en tierra), transfirieron costumbres y formas de preservar la sal para curar los cueros y tratar las carnes. Resulta que Los Lobatos fundadores del batey de San Lázaro) conservaron durante mucho tiempo tal maña bucanera, veamos:

Ellos, aprovechando las ventajas que le proporcionaba la situación geográfica del batey – relativamente cercano a la única salina cienaguera – transportaban en sacos, alforjas o catauros con la ayuda de mulos, la necesaria sal; depositándola en el mismo sitio pronto se conformaba una gran pila que se cubría con güano cana y leña seca, quienes al ser  pastos de las llamas de un fuego intencional, la capa de sal externa tomaba una consistencia tan dura e impermeable, que podía soportar el sol y agua por gran espacio de tiempo, sin que la que se hallaba en el interior recibiera algún daño. Así cuando se necesitaba de ella, solo era necesario abrir un orificio y extraer la sal tal cual como se había colectado en la vital salina.

cuenca                               Río “La Boca”. Asiento de un gran tesoro pirático según la historia oral cienaguera.

La ciénaga con sus numerosos cayos se libró de tan denigrantes inquilinos, cuando E. U. Con la anuencia de España organizó oficialmente  un escuadrón naval para exterminar la piratería en el caribe (1821 – 1830), compuesto por los bergantines Esterprise y Spark, las goletas artilladas Schark, Porpoise y Gampus, bajo el mando del almirante David Poster.

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