Nuestra Región

Información del municipio

Leyendas y tradiciones de nuestra región

Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
 
Valoración:
( 0 Rating )
Pin It

 LEYENDA DE "TATA LECHUZO 

(...) " cuenta la tradición que existió a mediados del siglo XVIII en la hacienda Alcalde Mayor, un individuo incansable en el andar, y lo mismo de día que de noche, se encontraba siempre caminando, ocupándose en arrear ganado, de un sitio a otro, ocupación que le embargaba todo su tiempo.

Los guajiros, que muy a menudo se lo encontraban por aquellas veredas solitarias, a altas horas de la noche, le pusieron por nombre Tata Lechuzo y con ese apodo era conocido en toda la región.

Era Tata Lechuzo, según cuentan las crónicas cenagueras oriundo de un pequeño caserío que luego llevó su nombre, que actualmente se conoce por Rodas; alto, enjuto de carnes, bastante entrados en años, cuando aconteció el hecho que la leyenda conserva, de muy pocas palabras, y muy decidido en todas sus empresas.

Siempre a pie y sin compañía alguna, ni perros que lo ayudasen, sin armas, pues solo usaba el tradicional lazo terciado en los hombros, frecuentaba en esta forma, las veredas y trillos más solitarios de la región, los pantanos más infranqueables, y los montes más espesos en busca de reses perdidas, o de animales jíbaros, para cuya empresa tenía una percepción notable, pues por ligera que fuese la huella impresa en el polvo del camino, o en el fango del pantano, conocía la clase de animal que por ella había pasado.

En esta forma andaba buscando cierto día, ya casi al anochecer, por los montes costeros de la ciénaga, unas reses escapadas de la hacienda, cuando notó rastro de ellas en el monte; se internó y pudo observar un ligero trillo, que continuaba en plena ciénaga, hacia dentro, y siguiéndolo, pudo convencerse que en ella había rastro reciente del cruce de animales grandes, conociendo que no hacía mucho habían parado los toros objetos de sus pesquisas.

 

Como era ya tarde, prefirió esperar el nuevo día, y marcando el arranque del trillo entre las maniguas del monte, para reconocerlo de día, regresó a la hacienda en busca de un compadre, exclusiva afección de su vida, persona con quien sólo demostraba cariño y aprecio.

(...) Se proponía el Tata Lechuzo, seguir la vereda y registrarla hasta su fin, de todos modos, y así se lo participó al compadre, cuyo nombre no consignan las crónicas de los tiempos. De acuerdo en todo, preparóse la excursión con mucho sigilo, y una mañana fría, de gran neblina, húmeda, salieron los compadres de Juragua, donde habían hecho noche, con dirección al que hoy se conoce como el Paso de los Güiros, de donde partía la vereda que encontró con los rastros de ganado.

Al anochecer se encontraban ya en plena ciénaga, cruzando la vereda, que a pesar de tener alguna agua, demostraba ser de un fondo sólido que hacía fácil su cruce; antes de partirse el día habían llegado a la otra costanera, notando con sorpresa que en ella existían tierras altas muy arboladas y con espesos montes muy tupidos.

Acamparon aquella noche en plena selva, y al despertar el día continuaron reconociendo aquellos terrenos; dejando marcas en los árboles más visibles, que le pudieran indicar a la vuelta del camino que debían tomar, caminando siempre por los terrenos de la costanera, llegaron a un gran limpio, formando una gran sabana, en cuyo centro existía una amplia laguna, en la cual estaban descansando al parecer, infinidad de animales: vacas, toros, cochinos, venados y caballos, en intimo consorcio, sin apercibirse de la presencia de los excursionistas que por otra parte absortos en su contemplación, nada intentaron por hacer notar su presencia.

... Detenidamente reconocieron la Bahía de Cochinos y la Ensenada de la Broa, todas las tierras colindantes con la ciénaga, y en todas ellas no encontraron la menor huella humana, el menor vestigio de vida; y toda aquella enorme extensión de terrenos despoblados, estaban ocupados por una gran cantidad de animales, de reses de todas las especies, silvestres, jíbaras, que manifestaban gran temor a la sola presencia de los compadres.

Dirigiéndose por las marcas que habían ido dejando en los montes que cruzaban, regresaron hacia Yaguaramas y cuenta la tradición que Tata Lechuzo se dirigió a las autoridades dándole cuenta de su hallazgo, y pidiendo la merced de aquellas tierras por él descubiertas, y ya que el compadre renunció a todo beneficio, incomodo por la última discusión que habían sostenido en pleno monte, las solicitó él solo.

Refieren los cienegueros, que como Tata Lechuzo no sabía escribir, para hacer el pedimento de merced, se dirigió a un cura del partido de Yaguaramas, encargándole al mismo tiempo de cuantas gestiones fueran necesarias llevar acabo, para conseguir aquella merced, retirándose él en espera de ella, la hacienda Alcalde Mayor, donde habitualmente residía.

A pesar de que en las crónicas históricas de aquella época no aparece ningún presbítero de apellido Zayas insisten los cienagueros en asegurar que este era el apellido de aquel sacerdote, que quedándose con la encomienda del Tata Lechuzo, logró la merced de aquellos terrenos, pero a su nombre exclusivo, burlando de este modo al ignorante Tata que en él había confiado sin cautela alguna.

Triste y abatido quedó Tata Lechuzo de este fracaso, hasta el extremo de pocos años después, y ya cuando aquel sacerdote poseía aquellas tierras, quiso verlas por última vez, y fue a morir al pie de una laguna que conserva su nombre, y se encuentra situada en terrenos de la colonia del Sr. Juan Plasencia, en la finca Santa Teresa, propiedad del ingenio Australia.

Esa laguna conocida por Laguna del Lechuzo, conserva en sus márgenes los restos del infeliz excursionista, y en la vereda que muy cerca la cruza, dicen los cienagueros que sale Tata Lechuzo, con su típico lazo en la mano, a esperar que pase por ella algún cura, en quien vengar la burla inferida, por el que lo despojó del fruto de su descubrimiento.

¿Le ha resultado útil la información publicada en este portal?

¿Hay algún error en esta página? Ayúdenos a mejorar